Había una vez un señor en el que toda su vida se dio a los de mas y el, satisfecho de ello se dijo un día: Ya soy mayor, quizás fue mi profesión dedicarme a los de mas o simplemente ¿lo hice por sentirme bien yo mismo?
El señor llego a la conclusión de que el se sentía a veces obligado por sus emociones a ayudar a otros, se resigno y agacho la cabeza pensando fielmente... He perdido toda mi vida en esto.
Un día, este señor iba a ordeñar a la vaca para poder alimentarse.
En el camino se encontró con un joven, el joven iba con la camiseta rasgada, los pantalones rotos y descalzo.
El señor lo miro con cara de pena, pero se dijo a el mismo. ¡No perderé el tiempo en los de mas! ¡estoy harto de ayudarlos! ¿Yo que recibí a cambio? ¡Nada!...
El joven paso por delante de el, como ya iba diciendo... Se le notaba hambriento y con ganas de asearse.
El anciano siguió caminando hacia su ganado... Cuando, se le paso por la cabeza ese remordimiento de no haber ayudado a ese pobre joven... Tanto remordimiento que empezó a dolerse por dentro.
Se dijo a si mismo ¡Esta bien! le ayudare...
Se llevo al joven, le dio de comer y le dio cobijo durante varios días...
Un día, el anciano enfermó.
Entonces ese día, recordó todo lo que ayudo a los de mas y se sentía tan solo como doloroso por que nadie le ayudaba.
